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Foto: Pixabay |
Estos días atrás he tenido la oportunidad de colaborar de
nuevo con la sección de Deportes de El Mundo, así como con el diario Marca para ofrecer una explicación a
raíz de la gran cantidad de lesiones que están sufriendo los futbolistas de la
Liga española.
Prácticamente todas tienen el mismo denominador común: son
lesiones musculares de diversa índole. Pinchazos en los aductores, molestias en
el glúteo, roturas fibrilares en el sóleo, en el cuádriceps o en el bíceps
femoral, dolores en los isquiotibiales… el abanico es amplio.
Usuarios de Internet, aficionados y participantes en
tertulias futbolísticas se han estado preguntando si esta acumulación de
contratiempos no tendría que ver con una mala preparación física o con una
deficiente planificación de la temporada pero, sinceramente, creemos que esa no
es la clave.
Como especialistas en Medicina Deportiva estamos obligados a aclarar que es
difícil atribuir el origen de las lesiones que nos ocupan a deficiencias en la
preparación física o en el nivel de entrenamientos porque el deporte
profesional cuida mucho estos aspectos. De hecho, en más de una ocasión os
hemos hablado de las ventajas que supone para todos los que formamos parte de
iQtra contrar entre nuestros pacientes a muchos deportistas de élite, ya queluego aplicamos los conocimientos y las técnicas más sofisticadas a losusuarios convencionales.
Medicina Deportiva, cada vez más sofisticada
Pero volviendo al aluvión de lesiones en el fútbol español,
es oportuno insistir en que los que nos dedicamos a la Medicina Deportiva
llevamos años incorporando a la preparación de los deportistas de alto nivel
avances científicos que han repercutido no solo en que cada vez tengan mejor
forma física, sino en que se recuperen antes y mejor de las lesiones que pueden
tener en su desempeño profesional. Afortunadamente, cada vez es menos habitual
ver a jugadores en el dique seco durante un largo periodo de tiempo. Por el
contrario, vuelven al terreno de juego casi sin que haya dado tiempo a darse
cuenta de que han estado ausentes.
No obstante, es un hecho que el deporte de élite en general
y el fútbol en particular han ido ganando exigencia con los años. Calendarios
de competición muy apretados, compromisos publicitarios que requieren viajes y
partidos en cada rincón del planeta, pretemporadas muy largas… hacen que los
jugadores, que este año además han disputado un Mundial, tengan que cuidar
hasta el extremo cada detalle de su preparación física para no lesionarse,
además de seguir estrictos protocolos de recuperación no solo cuando se hacen
daño: también entre un gran esfuerzo y otro.
Como hemos dicho, todos estos factores clásicos están muy
controlados en los grandes equipos, de manera que cada vez encontramos menos
lesiones severas de tipo agudo causadas por no prestar suficiente atención al
calentamiento previo, a los estiramientos o a las sesiones de entrenamiento mal
dirigidas.
Mismas lesiones, distintos motivos
Por el contrario, lo que sí vemos con relativa frecuencia
son daños que afectan a los mismos grupos musculares, pero por diferentes
motivos. Es decir, estas lesiones musculares no se deben al cansancio o a una
mala preparación física, sino a lo que los especialistas denominamos fatiga de
los tejidos.
Esta fatiga tisular es debida al esfuerzo exigente y sostenido al
que se ven sometidos los jugadores, lo que provoca que las fibras se vayan
deteriorando una a una lenta y progresivamente hasta provocar la lesión. Es
decir, el jugador no se rompe de repente por cansancio o sobrecarga, sino que
lo va haciendo a poquitos y prácticamente sin darse cuenta.
Este nuevo escenario, en el que además disponemos de
herramientas y procedimientos cada vez más sofisticados, nos obliga a aplicar
traumatología y fisioterapia de manera preventiva. ¿Recordáis cuando os
hablábamos del concepto de cirugía preservadora? Pues esto es algo parecido. En
el caso de la cirugía preservadora, se trata de pasar por quirófano para
arreglar una dolencia incipiente con el objetivo de evitar un mal mayor en el
futuro. El choque femoroacetabular es quizá el ejemplo más claro de las
dolencias que tratamos con cirugía preservadora, aunque hay más.
Cirugía preservadora, otra forma de evitar males mayores
El choque o pinzamiento femoroacetabular está causado por
una malformación ósea en la articulación de la cadera que impide que la cabeza
del fémur y el acetábulo que la alberga hagan el rango de movimiento suave y
naturalmente. Esta disfunción causa un deterioro del cartílago primero y del
hueso después, dando lugar a una artrosis prematura que acaba en prótesis de
cadera a una edad muy temprana.
Llevar a cabo una artroscopia para moldear el
hueso y darle la forma anatómicamente correcta cuando el daño aún es incipiente
frena el proceso artrósico, evita la prótesis y la cirugía mayor, mucho más
seria que una artroscopia incluso aunque se haga con técnicas mínimamente
invasivas.
En el caso de la traumatología y la fisioterapia preventiva
es algo así como tratar a un paciente cuando su lesión es muy pequeña o,
incluso, cuando no se ha producido.
Traumatología y fisioterapia preventivas ¿y esto cómo se hace?
Básicamente, vigilando mediante ecografías y exploraciones protocolizadas los
grupos musculares más vulnerables según el deporte que estemos tratando. Los
años de experiencia hacen que los especialistas que atendemos a deportistas
conozcamos cuáles son las lesiones más habituales dentro de cada deporte, de
manera que en este sentido vamos muy directos hacia los puntos más vulnerables.
En el caso del fútbol ya sabemos que isquiotibiales,
aductores, sóleo, cuádriceps o el pubis son áreas especialmente delicadas, por
lo que extremamos el seguimiento de estas zonas para detectar cualquier
deterioro que haya en estos tejidos cuando apenas ha dado síntomas o, incluso,
cuando aún no ha habido manifestaciones claras de lesión.
De esta manera, cuando observamos microrroturas fibrilares,
tejidos fatigados, fisuras mínimas, aplicamos terapias específicas encaminadas
a potenciar la capacidad de reparación natural del organismo mediante la técnica
que consideremos más adecuada: infiltraciones de plasma rico en factores de crecimiento y/o células madre, diatermia profunda, electrolisis percutánea…
En
definitiva, lo que buscamos con tratamientos que combinan varios de estos y
otros procedimientos, es equiparar la capacidad de reparación tisular al daño
que sufre el deportista cuando apenas hay unas pocas fibras afectadas para
evitar que la lesión llegue a producirse.
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