Estoy en Santander, en la octava edición del International Orthop Meeting, un encuentro en el que especialistas de muchos países nos
reunimos para ponernos al día sobre técnicas y aplicaciones artrocópicas,
diferentes tipos de prótesis y métodos quirúrgicos novedosos. Ya os contaré mis
impresiones sobre este encuentro, pero hablando con otros colegas estuve
pensando en lo paradójico que resulta que, por un lado, contemos con un arsenal
cada vez más completo y sofisticado para tratar patologías del aparato
locomotor y que, por otra parte, haya aún muchos pacientes que no se estén
beneficiando de este conjunto de procedimientos.
Concretamente, se me vino a la cabeza el ejemplo de las
fracturas de cadera en gente mayor; un problema cuya prevalencia ha ido en
aumento debido al envejecimiento de la población, lo que a su vez ha repercutido
en la mayor prevalencia de osteoporosis, responsable directo de la mayoría de
fracturas por fragilidad en gente de más de 50 años (fundamentalmente mujeres) y
que le cuesta a nuestro sistema de salud la friolera de 2.900 millones de euros
cada año.
Con más frecuencia de la que nos gustaría, vemos cómo los
abordajes que se llevan a cabo en pacientes mayores que han sufrido
fracturas por osteoporosis se centran únicamente en estabilizar la fractura y paliar el
dolor; todo ello a costa de eliminar la funcionalidad de la articulación, lo
que deja al paciente sin autonomía, sin calidad de vida y con un estado de
ánimo deplorable. Pero no hay motivos para que esto sea así en un buen
porcentaje de casos.
Los nuevos protocolos quirúrgicos, la intervención rápida,
la posibilidad de llevar a cabo un preoperatorio ágil y riguroso, así como las
últimas técnicas mínimamente invasivas hacen posible resultados muy
satisfactorios marcados por recuperaciones rápidas y pronósticos mucho más
positivos para el paciente.
Hasta ahora, la fractura de cadera del anciano ha sido
considerada siempre como muy grave, dado que la mortalidad era de un 8% durante
el primer mes posterior a la fractura y de nada menos que el 30% durante el
primer año. Asimismo, sólo el 30% de los pacientes mayores que sufrían fractura
de cadera lograban recuperar la situación previa a la fractura y
aproximadamente la mitad quedaba con una limitación tan severa que les obligaba
a permanecer ingresados en residencias o enclaustrados en sus casas.
En iQtra hemos trabajado concienzudamente para aplicar
nuestros protocolos de actuación procedentes de la Traumatología Deportiva a
estos pacientes para tratarles con agilidad y precisión en la intervención
quirúrgica. A ello hemos unido la aplicación de dispositivos de síntesis y
soporte de fracturas que colocamos mediante técnicas mínimamente invasivas bajo
control radiológico; algo que nos confiere una precisión milimétrica y reduce
la agresión quirúrgica como nunca, lo que hace posible que muchos pacientes que
no hubieran sido candidatos a cirugías abiertas convencionales por su
agresividad ahora puedan pasar por quirófano para solucionar sus fracturas de
cadera.
Precisamente, gracias a que el daño tisular es mínimo y a la
buena resistencia mecánica de los implantes actuales, el paciente puede comenzar
de modo inmediato la rehabilitación y la deambulación guiado y supervisado por
fisioterapeutas experimentados.
En los últimos años hemos podido desarrollar con éxito
evidente nuevos protocolos de actuación que han mejorado enormemente la
evolución, el pronóstico a medio y largo plazo y, lo que es más importante, la
calidad de vida de nuestros pacientes.
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