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Recientemente, en una de nuestras sesiones clínicas
hablábamos de la cantidad de pacientes que todavía hoy acuden a nuestra
consulta cuestionando el tema de la edad a la hora de ponerse una prótesis,
generalmente de cadera o de rodilla.
Si bien algunos muestran recelo a pasar por quirófano por
pensar que son demasiado mayores, la mayoría tiene dudas con respecto al caso
contrario. Es decir, creen que son demasiado jóvenes para operarse por este
motivo. En realidad, se trata de pacientes que necesitan estas
prótesis y que mejorarían notablemente con ellas, ya que la cirugía protésica
les permitiría vivir sin dolor, caminar y moverse con normalidad, recuperar
actividades y deportes que han tenido que dejar de lado por culpa de la
artrosis, volver al trabajo y encontrarse mejor de ánimo.
Sin embargo, ciertos mitos en torno a la cirugía protésica
les empujan a vivir durante años con dolores que cada vez son más intensos e
incapacitantes y con una calidad de vida que merma cada día que pasa.
Por un lado, creen que implantar una prótesis requiere de
intervenciones cruentas y muy agresivas, por otro temen quedar con alguna
incapacidad a pesar del periodo de fisioterapia posterior, al que también temen
bastante por pensar que es extremadamente doloroso.
Pero fundamentalmente vienen con la idea de que, como la prótesis
tiene una vida limitada, si se la ponen siendo demasiado jóvenes necesitarán
pasar por quirófano muchas veces a lo largo de su vida para recambiarla, con el
consiguiente riesgo que ello conlleva.
Y ahí es precisamente donde tenemos que hacer una enorme
labor de divulgación en consulta y en plataformas como este blog, ya que en los
últimos años se han llevado a cabo avances espectaculares que han hecho
tambalearse los criterios clínicos que prevalecían hasta ahora en torno a la
decisión de implantar una prótesis.
La edad
Hasta principios de este siglo no nos planteábamos poner una
prótesis a un paciente joven y activo porque sabíamos que tendríamos que
recambiar la prótesis cada diez años debido al desgaste natural de las piezas.
Actualmente, disponemos de prótesis fabricadas con unos
materiales y con pares de fricción mucho más duraderos y resistentes a la
actividad física, de tal forma que pueden durar veinte, treinta e incluso más
años sin deteriorarse.
Asimismo, el diseño de estas nuevas prótesis permite
reemplazar únicamente la pieza que se ha gastado por otra nueva en lugar de
recambiar toda la prótesis. Esto ha reducido drásticamente la agresividad de
las cirugías de reemplazo, operaciones que, por otra parte, se llevan a cabo
con técnicas mínimamente invasivas en la mayoría de los casos.
En definitiva, hemos pasado de implantar prótesis que había
que sustituir cada diez años con una intervención que consistía en arrancarla
de su ubicación, con los daños colaterales que ello implica, a disponer de
prótesis que pueden durar más de tres décadas compuestas por piezas que pueden
recambiarse con procedimientos quirúrgicos menos agresivos y mucho más seguros,
ya que la mínima invasión repercute en una tasa menor de sangrado, infección,
complicaciones postquirúrgicas… y acelera considerablemente la recuperación.
La técnica quirúrgica
Esto nos lleva a desmontar otro mito de la cirugía protésica,
relacionado con su supuesta agresividad, ya que este aspecto también ha dado un
giro de 180 grados. La artroscopia nos introdujo en el concepto de mínima
agresión y desde entonces hemos estado investigando y avanzando en pos de
cirugías menos cruentas y seguras.
En el camino, hemos logrado desterrar la clásica creencia de
que las grandes cirugías debían de ir siempre acompañadas de grandes incisiones
y de enormes abordajes. Los procedimientos artroscópicos han hecho posible
resolver problemas traumatológicos a través de incisiones de apenas cinco
milímetros, por las que introducimos instrumental, punto de luz y cámaras de dos
o tres milímetros de diámetro para resecar, reparar, suturar y reconstruir
diferentes lesiones a las que hasta hace poco no podíamos ni siquiera acceder,
como por ejemplo algunas situadas en zonas profundas de la cadera.
Este acceso cada día es más factible gracias a que hace años
empezamos a trabajar con ingenieros especializados para desarrollar no solo el
material protésico y de síntesis, sino también el propio instrumental
quirúrgico.
La mínima invasión ha hecho posible un menor riesgo quirúrgico (se reduce el riesgo de infección, de sangrado y de complicaciones en
quirófano) y ofrece al paciente una recuperación más rápida, ya que hay menos
inflamación, menos dolor, menos daño de músculos, tendones y otras estructuras
vecinas y menos complicaciones asociadas al proceso de cicatrización.
Es más, en la misma línea de buscar el menor daño posible al
paciente, hemos implantado la aplicación de la ecografía para apoyarnos en sus
imágenes no solo para diagnosticar, sino también para tratar. En iQtra llevamos
varios años formándonos para aplicar procedimientos terapéuticos guiados por
ecografía para resolver problemas sin hacer una sola incisión cuando, hasta
hace poco no teníamos más remedio, como es el caso de las calcificaciones en el
los tendones del manguito rotador del hombro, tal y como explicamos en este vídeo.
Es cierto que todos estos procedimientos poco invasivos
requieren formación continua, innovación, abordajes más complicados para los cirujanos…
pero el beneficiado de todo ello es el paciente, que puede librarse del dolor y
recuperar su calidad de vida cada vez más pronto con intervenciones mucho más
efectivas y seguras. Y eso en iQtra es lo que de verdad nos importa.
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