jueves, 16 de mayo de 2019

Técnicas mínimamente invasivas para una cirugía protésica cada vez mejor

Pixabay
Hola a todos.

Recientemente, en una de nuestras sesiones clínicas hablábamos de la cantidad de pacientes que todavía hoy acuden a nuestra consulta cuestionando el tema de la edad a la hora de ponerse una prótesis, generalmente de cadera o de rodilla.

Si bien algunos muestran recelo a pasar por quirófano por pensar que son demasiado mayores, la mayoría tiene dudas con respecto al caso contrario. Es decir, creen que son demasiado jóvenes para operarse por este motivo. En realidad, se trata de pacientes que necesitan estas prótesis y que mejorarían notablemente con ellas, ya que la cirugía protésica les permitiría vivir sin dolor, caminar y moverse con normalidad, recuperar actividades y deportes que han tenido que dejar de lado por culpa de la artrosis, volver al trabajo y encontrarse mejor de ánimo.

Sin embargo, ciertos mitos en torno a la cirugía protésica les empujan a vivir durante años con dolores que cada vez son más intensos e incapacitantes y con una calidad de vida que merma cada día que pasa. 


Por un lado, creen que implantar una prótesis requiere de intervenciones cruentas y muy agresivas, por otro temen quedar con alguna incapacidad a pesar del periodo de fisioterapia posterior, al que también temen bastante por pensar que es extremadamente doloroso. 

Pero fundamentalmente vienen con la idea de que, como la prótesis tiene una vida limitada, si se la ponen siendo demasiado jóvenes necesitarán pasar por quirófano muchas veces a lo largo de su vida para recambiarla, con el consiguiente riesgo que ello conlleva. 

Y ahí es precisamente donde tenemos que hacer una enorme labor de divulgación en consulta y en plataformas como este blog, ya que en los últimos años se han llevado a cabo avances espectaculares que han hecho tambalearse los criterios clínicos que prevalecían hasta ahora en torno a la decisión de implantar una prótesis.

La edad

Hasta principios de este siglo no nos planteábamos poner una prótesis a un paciente joven y activo porque sabíamos que tendríamos que recambiar la prótesis cada diez años debido al desgaste natural de las piezas.

Actualmente, disponemos de prótesis fabricadas con unos materiales y con pares de fricción mucho más duraderos y resistentes a la actividad física, de tal forma que pueden durar veinte, treinta e incluso más años sin deteriorarse.

Asimismo, el diseño de estas nuevas prótesis permite reemplazar únicamente la pieza que se ha gastado por otra nueva en lugar de recambiar toda la prótesis. Esto ha reducido drásticamente la agresividad de las cirugías de reemplazo, operaciones que, por otra parte, se llevan a cabo con técnicas mínimamente invasivas en la mayoría de los casos.

En definitiva, hemos pasado de implantar prótesis que había que sustituir cada diez años con una intervención que consistía en arrancarla de su ubicación, con los daños colaterales que ello implica, a disponer de prótesis que pueden durar más de tres décadas compuestas por piezas que pueden recambiarse con procedimientos quirúrgicos menos agresivos y mucho más seguros, ya que la mínima invasión repercute en una tasa menor de sangrado, infección, complicaciones postquirúrgicas… y acelera considerablemente la recuperación.

La técnica quirúrgica

Esto nos lleva a desmontar otro mito de la cirugía protésica, relacionado con su supuesta agresividad, ya que este aspecto también ha dado un giro de 180 grados. La artroscopia nos introdujo en el concepto de mínima agresión y desde entonces hemos estado investigando y avanzando en pos de cirugías menos cruentas y seguras.

En el camino, hemos logrado desterrar la clásica creencia de que las grandes cirugías debían de ir siempre acompañadas de grandes incisiones y de enormes abordajes. Los procedimientos artroscópicos han hecho posible resolver problemas traumatológicos a través de incisiones de apenas cinco milímetros, por las que introducimos instrumental, punto de luz y cámaras de dos o tres milímetros de diámetro para resecar, reparar, suturar y reconstruir diferentes lesiones a las que hasta hace poco no podíamos ni siquiera acceder, como por ejemplo algunas situadas en zonas profundas de la cadera.

Este acceso cada día es más factible gracias a que hace años empezamos a trabajar con ingenieros especializados para desarrollar no solo el material protésico y de síntesis, sino también el propio instrumental quirúrgico. 

La mínima invasión ha hecho posible un menor riesgo quirúrgico (se reduce el riesgo de infección, de sangrado y de complicaciones en quirófano) y ofrece al paciente una recuperación más rápida, ya que hay menos inflamación, menos dolor, menos daño de músculos, tendones y otras estructuras vecinas y menos complicaciones asociadas al proceso de cicatrización.

Es más, en la misma línea de buscar el menor daño posible al paciente, hemos implantado la aplicación de la ecografía para apoyarnos en sus imágenes no solo para diagnosticar, sino también para tratar. En iQtra llevamos varios años formándonos para aplicar procedimientos terapéuticos guiados por ecografía para resolver problemas sin hacer una sola incisión cuando, hasta hace poco no teníamos más remedio, como es el caso de las calcificaciones en el los tendones del manguito rotador del hombro, tal y como explicamos en este vídeo.


Es cierto que todos estos procedimientos poco invasivos requieren formación continua, innovación, abordajes más complicados para los cirujanos… pero el beneficiado de todo ello es el paciente, que puede librarse del dolor y recuperar su calidad de vida cada vez más pronto con intervenciones mucho más efectivas y seguras. Y eso en iQtra es lo que de verdad nos importa.

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