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Asimismo, cada vez más médicos recetan
a sus pacientes algo de actividad física para reducir riesgos y prevenir
enfermedades cardiovasculares, respiratorias, metabólicas, óseas, articulares…
e incluso para mejorar factores relacionados con la salud mental, tales como la
depresión, la ansiedad o el estrés. En iQtra somos unos convencidos del valor preventivo y terapéutico del ejercicio para cuidar la salud general y el sistema locomotor en particular.
No obstante, los profesionales relacionados con el ejercicio
físico, desde médicos a fisioterapeutas, pasando por entrenadores y monitores
deportivos, vemos como los buenos propósitos de muchos usuarios se ven
frustrados por un motivo fundamental: la
falta de adaptación del ejercicio que se hace al tipo de deportista que uno es
o, más concretamente, al estado de forma que uno tiene.
A la hora de escoger una actividad deportiva es importante
decantarnos por algo que nos guste y nos divierta, pero siempre teniendo en
cuenta si vamos a poder practicarlo sin correr riesgos y si vamos a tener una
progresión y una satisfacción.
Si no hacemos esta reflexión previa y escogemos una
actividad para la que no estamos preparados, corremos el riesgo de lesionarnos
bien por accidentes (choques o encontronazos con otros deportistas, caídas por
falta de coordinación, malos movimientos…) o por sobrecargas (tendinitis,
dolores…).
Asimismo, y esto es bastante más grave, asumir retos
deportivos para los que no estamos físicamente preparados puede acarrear
problemas cardiovasculares severos e incluso muerte súbita. Por desgracia, en
muchas carreras y pruebas populares son relativamente frecuentes episodios de
este tipo.
Para adaptar el ejercicio físico al tipo de deportista que
tenemos delante, es fundamental hacer un reconocimiento médico que conste de
una amplia historia clínica en la que se registren los antecedentes familiares
y personales de enfermedades o trastornos generales de salud. También ha de
figurar cualquier medicación que tome el usuario, ya que algunos pueden influir
en el rendimiento.
Lo mismo ocurre con otros hábitos de vida, como el
tabaquismo o el consumo de alcohol.
Asimismo, tendremos que saber qué patrones de sueño tiene el
paciente y cómo es su alimentación para, en caso necesario, introducir las
modificaciones oportunas. Un descanso insuficiente o de mala calidad y una
dieta desequilibrada, pobre o carente de ciertos elementos indispensables
perjudica la capacidad deportiva considerablemente.
Por otro lado, haremos un reconocimiento médico exhaustivo
en el que auscultaremos al paciente, le tomaremos la tensión arterial, veremos
su frecuencia cardiaca, su respiración mediante una espirometría… A esto
añadiremos un electrocardiograma en reposo, una prueba de esfuerzo y un
ecocardiograma (este último no siempre es imprescindible).
También es necesaria una revisión del sistema locomotor para
descartar posibles problemas estructurales; tales como laxitud articular no patológica,
en cuyo caso las articulaciones tienen más movilidad de la habitual; están como
más sueltas o alteraciones de forma o de función, como por ejemplo cifosis (la
columna dorsal está flexionada hacia delante) o la escoliosis idiopática (desviación
de la columna vertebral que puede evolucionar con el crecimiento).
Estos problemas pueden no ser graves en la vida cotidiana,
pero al hacer deporte pueden empeorar o incrementar el riesgo de lesiones.
Finalmente, habremos de tener en cuenta la existencia de
otros trastornos de salud de índole digestiva, sensorial o nerviosa (hernias
abdominales, deficiencias visuales o auditivas…).
Gracias a estos reconocimientos médicos podremos conocer
mejor los riesgos individuales y adaptar el ejercicio físico al usuario que
tenemos delante. Eso sí, es conveniente hacer controles cada cierto tiempo
para, en caso necesario, introducir modificaciones en sus rutinas deportivas
(intensidad, frecuencia de entrenamiento, duración de las sesiones, tipo de
ejercicios…) o en sus recomendaciones de salud.
Médico especialista en Medicina de Educación Física y Deporte.
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