miércoles, 21 de septiembre de 2011

Propiocepción, o como entrenar y moverse más y mejor

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Hola a todos.

En esta ocasión vamos a recordaros unas nociones sobre entrenamiento propioceptivo, un área que en iQtra estamos convencidos de que hay que potenciar para que la práctica deportiva o la simple actividad física se haga correctamente y no repercuta en la aparición de lesiones.

Es el momento de que esos propósitos que casi todos nos hacemos en estas fechas referentes a los beneficios de movernos más no perjudiquen nuestro sistema locomotor; especialmente después de una temporada más sedentaria, como es el descanso estival. Una buena propiocepción garantiza no sólo que no nos hagamos daño sino que, además, saquemos más rendimiento del ejercicio que practiquemos. De todo ello os va a hablar Eva Tirado, una de nuestras fisioterapeutas de iQtra y toda una experta en el tema.


Como ya os dijimos en una entrada anterior, la propiocepción es la capacidad del cuerpo de detectar el movimiento y la posición de las articulaciones del cuerpo incluso con los ojos cerrados. Es lo que nos ayuda a caminar por la noche por nuestra casa sin encender la luz y a realizar los movimientos comunes especialmente en los ejercicios deportivos que requieren una coordinación especial.

La propiocepción actúa como mecanismo de defensa ante gestos que en un momento dado puedan lesionar una articulación. Si esta capacidad no funciona correctamente, o si no está “bien entrenada” nos podemos hacer daño bien por tener reacciones demasiado lentas, demasiado rápidas o desproporcionadas. En definitiva,
cuando la respuesta que damos no es la adecuada, corremos el riesgo de lesionarnos.

El sistema propioceptivo esta compuesto por una serie de receptores nerviosos que están en los músculos, articulaciones y ligamentos. Éstos se encargan de detectar el grado de tensión y estiramiento muscular y mandan esta información a la médula espinal y al cerebro. Éste procesa la información y la envía a los músculos para que éstos realicen los ajustes necesarios en cuanto a la tensión y estiramiento muscular que se requiere en cada momento para llevar a cabo el movimiento que queremos. Es un proceso subconsciente y muy rápido que se desarrolla de forma refleja.

Tenemos tres tipos de receptores propioceptivos. Los situados dentro del músculo, que se estimula ante estiramientos lo suficientemente fuertes. Miden la longitud del músculo, el grado de estimulación mecánica y la velocidad con que se aplica el estiramiento y mandan la información al cerebro.

En segundo lugar, los que están en los tendones y se encargan de medir la tensión desarrollada por el músculo. Fundamentalmente, se activan cuando se produce una tensión peligrosa (extremadamente fuerte) en el complejo músculo-tendinoso, sobre todo si es de forma ‘activa’.

Finalmente, los de cápsula y ligamentos articulares. La carga que soportan estas estructuras con relación a la tensión muscular ejercida, también activa una serie de mecanorreceptores capaces de detectar la posición y movimiento de la articulación implicada.

Para perfeccionar nuestra propiocepción tenemos que trabajar para lograr que ésta sea ajustada; es decir, que nos haga conscientes de las variaciones más pequeñas de nuestra posición y que sea rápida; o lo que es lo mismo, que obtengamos toda la información necesaria para realizar los gestos requeridos de la manera más instantánea posible.

El sistema propioceptivo puede entrenarse a través de ejercicios específicos para responder con mayor eficacia de forma que nos ayuda a mejorar la fuerza, coordinación, equilibrio, tiempo de reacción ante situaciones determinadas.

Por eso es importante trabajarla cuando se empieza a hacer deporte, cuando se reanuda una determinada actividad física, cuando se ha intervenido quirúrgicamente y hay que recuperar la ‘conciencia del propio cuerpo’ y, por supuesto, cuando se practica ejercicio de manera habitual.
A través del entrenamiento propioceptivo, el deportista aprende a sacar ventaja en los mecanismos reflejos, mejorando los estímulos facilitadores que aumentan el rendimiento y reduciendo las inhibiciones que lo limitan.

Así, reflejos como el de estiramiento, que suelen aparecer ante una situación inesperada (por ejemplo, perder el equilibrio) se pueden manifestar correctamente (ayudan a recuperar la postura) o incorrecta (provocar un desequilibrio mayor y ocasionar una caída). Con el entrenamiento propioceptivo, los reflejos básicos incorrectos tienden a eliminarse para optimizar la respuesta y proteger el sistema locomotor.



*Eva Tirado, fisioterapeuta de la Clínica iQtra

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