Hace unos días estuve repasando las entradas del blog y me di cuenta de que no habíamos tratado un tema que surge de manera recurrente en las respuestas que ofrezco y por el que también me preguntan mucho en consulta.
Se trata de la utilización de los factores de crecimiento para curar lesiones óseas y musculotendinosas, una herramienta surgida en medio de todo el furor por las terapias biológicas que, lejos de quedarse en una promesa, se ha consolidado como una excelente opción de tratamiento; no sólo en traumatología ortopédica, sino en muchas otras áreas médicas.
De hecho, los factores de crecimiento comenzaron su andadura en el campo de la cirugía maxilofacial y en la implantología, donde han demostrado unos resultados excelentes a la hora de mejorar la osteointegración de las piezas dentales en huesos de poca calidad.
Elementos regeneradores
Pero empecemos por el principio. Los factores de crecimiento son unos compuestos, la mayoría de naturaleza proteica que tienen una función fundamental en el ciclo celular, ya que intervienen en su proceso de proliferación, diferenciación, regeneración…
De esta manera, dichos elementos ejercen un papel fundamental en la regeneración de huesos, tendones, músculos, piel… ya que por un lado reducen la inflamación y palian el daño sufrido, al mismo tiempo que aceleran la curación hasta acortar los plazos convencionales incluso hasta la mitad.
La introducción en traumatología y cirugía ortopédica de las técnicas con factores de crecimiento ha supuesto una de las mayores revoluciones en los últimos veinte años.
Estos elementos nos han permitido multiplicar las tasas de éxito en procedimientos que hasta el momento sufrían carencias importantes, como la integración y fijación de tornillería y prótesis o abordar tratamientos que hasta el momento eran impensables, como la recuperación avanzada de lesiones musculares y tendinosas, tanto en pacientes deportistas de lato nivel como en ciudadanos de a pie.
Imprescindibles en zonas poco vascularizadas
Justo en la entrada anterior hacíamos alusión a la cascada de mecanismos bioquímicos que tenían lugar después de un traumatismo (un accidente, una intervención quirúrgica, una lesión…) para lograr la recuperación del tejido dañado.
También destacábamos las dificultades que la falta de riego sanguíneo de algunas zonas, como tendones o cartílago, presentaban para su curación después de un traumatismo.
Estas zonas poco vascularizadas han sido el eterno caballo de batalla para los que nos dedicamos al cuidado del aparato locomotor, ya que una lesión en ellas implicaba terapias largas, complicadas y, en muchas ocasiones, a cambio de tasas de éxito muy poco satisfactorias.
Sin embargo, con la llegada de los factores de crecimiento, buena parte de estos problemas se han solventado y ya hay suficiente experiencia clínica acumulada para poder confiar abiertamente en este método de regeneración de tejidos.
Aplicación sencilla
Por el momento, y aunque se sigue investigando cada día sobre las diversas aplicaciones de los factores de crecimiento, todo son ventajas. Por una parte, sólo es necesario extraer una pequeña cantidad de sangre del propio paciente y someterla a un proceso de centrifugado para aislar el segmento con mayor contenido en estos elementos (el que contiene mayor número de plaquetas).
Se añade cloruro cálcico para activar estas plaquetas y la protombina (dos compuestos esenciales en el proceso de coagulación) y finalmente obtenemos un pequeño coágulo de fibrina (la proteína con capacidad de construir redes tridimensionales que conforman el armazón vascular necesario para regenerar el tejido dañado) que se inyecta directamente en el lugar que queremos recuperar.
En todo este proceso no se invierten más de quince o veinte minutos, de manera que podemos aplicarlo tomo tratamiento aislado o en el transcurso de una operación.
Todo ventajas
El resultado es la reducción de la inflamación local, regeneración tisular mucho más eficiente, disminución significativa del dolor, menos riesgo de infección (cuanto más corto es el tiempo de cicatrización, menos peligro existe de complicaciones), recuperación mucho más rápida, lo que permite diseñar protocolos de fisioterapia de manera temprana y una funcionalidad final mucho mejor que la que se lograba con terapias convencionales.
A todo ello hay que añadirle la ventaja de que al tratarse de un material autólogo (procede del propio paciente) no existe riesgo de rechazo. Además, la cicatriz resultante es, por decirlo de alguna manera, de mayor calidad que la que hubiera quedado después de llevar a cabo una intervención o un injerto normal.
Finalmente, se puede repetir el procedimiento tantas veces como sea necesario para completar el proceso de curación. La versatilidad, ya que se pueden usar en un gran número de lesiones, es otra de sus bazas.
En definitiva, los factores de crecimiento han supuesto una ayuda extraordinaria en nuestra especialidad, en la que la barrera de la regeneración tisular nos había dado tantos sinsabores hasta el momento. El enorme potencial de estos compuestos está favoreciendo que las cosas estén cambiando, para mejor, a pasos agigantados.
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