Muchas veces se dice del cuerpo humano que es una auténtica obra de ingeniería o que se trata de una máquina perfecta, pero no es del todo cierto. En realidad, estamos diseñados para permanecer a cuatro patas o recostados. El afán por erguirnos y caminar sobre los pies ha hecho que la columna vertebral, convertida en el eje principal de nuestra capacidad motora sufra las consecuencias.
Esta hilera de 33 vértebras tiene que encargarse de mantenernos derechos, de contrarrestar la gravedad para que no nos caigamos al suelo, de proteger la médula ósea y de servir de anclaje a los músculos y ligamentos que sujetan gran parte del resto del organismo.
De esta forma, es fácil adivinar que por sí sola la columna vertebral no puede hacer todo este trabajo, así que tiene que ayudarse de una musculatura de sostén lo suficientemente fuerte como para apoyar este complejo sistema.
Trabajar a un nivel más profundo
Sin embargo, no es fácil tonificar este grupo de músculos. Su localización es profunda, de manera que normalmente se tiende a solicitar el esfuerzo de los que están situados en un nivel más superficial. Esta circunstancia, unida al sedentarismo, a las malas posturas y a una técnica deportiva deficiente pone el resto para que la musculatura profunda se atrofie creando descompensaciones que tarde o temprano pasan factura en forma de dolores o lesiones.
Patricia Carrasco, fisioterapeuta de nuestro equipo en Hospital Quirón San José y en iQtra Medicina Avanzada, ha tratado de transmitir a los participantes de 'Football cracks' la importancia de trabajar esta musculatura profunda, especialmente para evitar lesiones por torsión en la zona lumbar y pélvica.
En otra entrada destacamos que el balompié es un deporte con giros bruscos, arrancadas rápidas en carrera, cambios de ritmo, saltos… que imprimen a la espalda y la columna vertebral una serie de fuerzas que ponen a prueba su resistencia.
Para que tomen conciencia de que en este deporte no sólo importan las piernas, Patricia les ha introducido en el entrenamiento hipopresivo, una modalidad de trabajo que no presiona la musculatura abdominal y no fuerza la espalda, ya que se basa en el tono del suelo pélvico y del transverso abdominal, un músculo en forma de faja situado por debajo del recto abdominal y de los oblicuos.
En definitiva, no se trata de potenciar los abdominales de fuera, los que se ven, la popular ‘tableta de chocolate’. Es un trabajo mucho más complejo y eficaz que solicita el esfuerzo de grupos musculares más profundos.
Lo que quizá más ha llamado la atención a los chavales es que se puede tener un buen tono muscular superficial y, sin embargo, tener desentrenada la profunda. También se han dado cuenta de que estos desequilibrios, sobre todo en lo referente a la debilidad de ésta, acarrean consecuencias indeseables (lumbalgias, sobrecargas, contracturas…).
A nosotros, como profesionales, nos interesa hacer llegar el mensaje de que este tipo de ejercicios son indudablemente beneficiosos para los deportistas, cuyo cuerpo está sometido a un trabajo físico por encima de la media.
Todos podemos beneficiarnos
Sin embargo, y aunque las afectaciones de la población general no sean las mismas que las de los atletas de alto nivel, es cierto que sí se pueden beneficiar de sus modalidades de entrenamiento y recuperación.
De esta forma, el equipo de fisioterapeutas de iQtra y USP Hospitales emplea el trabajo hipopresivo para fortalecer la zona lumbar, pélvica diafragmática y perineal de pacientes aquejados de dolores de espalda, escoliosis, incontinencia urinaria, prolapso uterino o, incluso, para mejorar la recuperación tras el parto.
En todas estas situaciones, tonificar el suelo pélvico y la faja abdominal profunda repercute en una notable mejoría no sólo de la forma y el aspecto físico, sino también de la calidad de vida.
Una de las mayores ventajas de este tipo de ejercicios es que cualquier paciente, de cualquier edad y sexo puede llevarlos a cabo. Únicamente, y debido a las exigencias de tipo abdominal y respiratorio que conllevan, están contraindicados durante la gestación, así como para los pacientes con patologías respiratorias graves o hipertensión arterial.
Por otro lado, bastan dos sesiones semanales de 45 minutos cada una para comenzar a notar los beneficios desde la octava jornada de entrenamiento. Eso sí, al principio es fundamental llevar a cabo los ejercicios con un fisioterapeuta o un entrenador personal que conozcan bien la técnica, ya que éstos son complejos y conllevan muchas especificaciones técnicas que es necesario dominar para conseguir los objetivos que se pretenden.
Incluso cuando parece que el sujeto no se mueve o que no está trabajando, lo está haciendo y, además, intensamente. Al igual que ocurre en Pilates, los ejercicios hipopresivos requieren una conciencia y un control absoluto del cuerpo y de sus movimientos, los cuales hay que hacer de manera pausada y medida.
Cada ejercicio tiene una estructura muy bien definida y es mejor la calidad de hacerlo correctamente que la cantidad de llevar a cabo muchas repeticiones. Como en cualquier otra sesión de entrenamiento, la respiración es esencial. En los ejercicios hipopresivos, en los que hay que realizar apneas, si cabe, mucho más.
Por eso también es importante realizarlos en un horario alejado de las comidas, en primer lugar para no notar las molestias de entrenar con el estómago lleno y, en segundo, para que éste se encuentre libre de obstáculos que dificulten que el paciente tome conciencia de su respiración y de cómo ha de trabajar cada parte de su cuerpo.
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