miércoles, 10 de febrero de 2010

Cirugía Mínimamente Invasiva: pequeña gran intervención

El sueño de cualquier cirujano, sea cual sea su especialidad, sería encoger para introducirse en el cuerpo de su paciente y operarle desde dentro casi sin dejar rastro. Evidentemente, esto solo es ciencia ficción, pero si echamos la vista atrás, veremos que en pocos años, hemos avanzado mucho en este sentido.

Muchas veces me preguntan acerca de cuáles son los logros que más satisfacciones me han dado desde el punto de vista quirúrgico. Sin lugar a dudas, lo que más beneficios nos ha demostrado en estos últimos años, tanto a los profesionales como a los pacientes, han sido las técnicas mínimamente invasivas para la colocación de prótesis y reparación de articulaciones como la cadera y la rodilla que describimos en nuestra web y que defendemos una y otra vez en la consulta.

Un poco de historia

En realidad, la idea de reducir al máximo la agresión que una cirugía provoca en los tejidos surgió hace dos décadas en Estados Unidos. Los cardiólogos y los especialistas vasculares se encontraban con múltiples complicaciones derivadas de estar interviniendo en las arterias coronarias, unas estructuras muy frágiles, de manera que se hacían necesarios métodos que evitasen toda esa serie de daños colaterales asociados a las terapias.

Una vez que los procedimientos fueron perfeccionándose en estas áreas, se extendieron rápidamente a otras, metiéndose de lleno en la cirugía del aparato locomotor, donde han resultado fundamentales para desterrar el mito de que la Traumatología es una especialidad poco delicada; poco sutil.

Hace alrededor de cinco años, en iQtra lanzamos una clara apuesta en favor de la Cirugía Mínimamente Invasiva (CMI) apoyados en la experiencia que nos aportaban nuestros pacientes que ya habíamos operado de una prótesis de cadera o rodilla y posteriormente necesitaban volver a ser intervenidos de la articulación del lado opuesto.

Todos coincidían en señalar una gran diferencia entre ambas ocasiones y se decantaban claramente por la menos agresiva, fundamentalmente porque va asociada a una recuperación más rápida y poco dolorosa.

Además, nuestros datos coinciden con los de multitud de colegas de prestigio internacional, que refieren una notable reducción de complicaciones posoperatorias, así como la práctica ausencia de secuelas quirúrgicas y de dolores musculotendinosos.

No obstante, la andadura de toda esta revolución de la CMI no lo ha tenido fácil. Por una parte, cuando comenzábamos a formarnos en esta materia viajando a diferentes centros y países punteros en su aplicación hemos encontrado algunos procedimientos que apenas han llegado a despegar debido a su extrema dificultad y al enorme riesgo que entrañaban.

Quizá por ello, en los foros profesionales una de las cuestiones que más se debatía era ¿Por qué mirar por el ojo de la cerradura cuando se puede abrir la puerta de par en par? ¿Por qué limitar el campo quirúrgico a las posibilidades que ofrecen una videocámara provista de un punto de luz y el instrumental endoscópico en lugar de meter el bisturí hasta poner al descubierto toda la zona que queremos operar y movernos así con libertad?

Nuestra alternativa

En realidad, todos los motivos para decantarse por la primera alternativa pueden resumirse en uno: es mejor para el paciente.

Sus tejidos blandos (piel, músculo, tendones…) reciben menos daño, hay menor pérdida de sangre, menos inflamación y menos dolor, lo que acelera notablemente la recuperación (en algunos casos se puede caminar con muletas a las 24 horas de haber sido operado).

La herida cicatriza antes, existe menos riesgo de infección y las estructuras articulares resultan más estables, lo que facilita enormemente el restablecimiento del movimiento y la funcionalidad.

La recuperación se acorta drásticamente. Tanto es así que los protocolos de nuestros fisioterapeutas han tenido que adaptarse a estas ventajas para ser más ágiles y flexibles.

Ventajas para todos

En definitiva, los beneficios de estas técnicas quirúrgicas que poco a poco se van introduciendo en la práctica de muchos de nuestros hospitales, nos están permitiendo operar con más confianza a personas mayores, para las que una recuperación precoz es esencial a la hora de retomar su vida y de no sufrir los efectos perniciosos de largas inmovilizaciones o rehabilitaciones demasiado prolongadas.

Asimismo, también nos permite aconsejar con total confianza el paso por el quirófano a pacientes jóvenes, ya que los beneficios compensarán con creces una cirugía que cada vez obtiene mayores logros con menos agresión, como es el caso de la prótesis de resurfacing o recubrimiento.

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