jueves, 10 de octubre de 2013

Joselito Adame, o por qué los toreros están hechos de otra pasta

Joselito Adame
Hola de nuevo.

Siempre que me han preguntado por las particularidades de las lesiones de los toreros he explicado que tienen mucho en común con las que sufren otros deportistas, ya que hemos de recordar que éstos no solamente se exponen a las cornadas, sino también a revolcones, pisotones, golpes y caídas.

Dado que sus hombros, clavículas y manos están muy expuestos, los diestros presentan lesiones que a su vez también son comunes en jinetes y pilotos. Asimismo, el mito del torero que no cuida su forma física ha pasado por completo a la historia y actualmente los matadores siguen programas de entrenamiento dignos de los mejores atleras. Sin embargo, lo que todavía me sorprende es que la manida frase de que "están hechos de otra pasta" es totalmente cierta.


El último botón de muestra lo he encontrado en Joselito Adame, que el pasado 4 de octubre sufrió una espeluznante cogida en Las Ventas que tuvo al público en vilo. Todos estaban pendientes del cuerno que había atravesado la chaquetilla, pero en realidad lo verdaderamente grave estaba en la pierna derecha del torero; concretamente en su tobillo derecho, que se había luxado y, fundamentalmente, en su peroné, que se había roto y desplazado.



A pesar de todo, Adame concluyó la faena, tras lo cual llegó a quirófano para que le estabilizásemos la fractura con una placa y sus correspondientes tornillos. Como bien dicen los reporteros de Telemadrid en el vídeo adjunto, todavía estamos con la boca abierta, especialmente por que el matador reconoce que "el único que sabía que tenía el hueso roto era yo".


La escena que recoge el vídeo es un ejemplo evidentísimo de cómo nuestro organismo se prepara para el combate en un situación de estrés. En estas situaciones, y en milésimas de segundo, los niveles de adrenalina se disparan, el latido cardiaco se acelera y se activan todos los mecanismos con los que cuenta nuestro cuerpo para enfrentarse a una situación de peligro.

Las pupilas se hacen más pequeñas para agudizar la capacidad visual, generamos una gran cantidad de endorfinas para hacernos inmunes al dolor y en definitiva aumentamos nuestra capacidad para soportar los golpes que podamos recibir en estos momentos críticos.

En las imágenes vemos como en un primer momento el toro pisa con su pata anterior el pie del matador, torsionando el tobillo por la caída. En un segundo revolcón el mismo diestro cae sobre su pie en un giro parecido. Sin embargo, a pesar de la situación del tobillo luxado, Joselito Adame mantiene en un acto reflejo e inconsciente la articulación bloqueada para que todos sus tendones sujeten e inmovilicen el tobillo, actuando a modo de escayola. 

Solo hay un giro en mitad de este final de faena, en la que se aprecia que el tobillo falla a pesar del esfuerzo inconsciente de Joselito por mantenerlo en la posición adecuada. El mismo diestro ha explicado revisando el vídeo, cómo en ese instante notó cómo el tobillo volvió a luxarse y él mismo lo recolocó de modo inmediato y reflejo. Cuando Adame retoma el lance no hay un gesto de dolor en su figura, hasta que no ha acabado tras entrar a matar. Ese es el primero momento en que se le ve vacilar de dolor; una vez acabado el combate.

Ante situaciones como ésta ¿todavía hay quien piensa que efectivamente los toreros no están hechos de otra pasta?

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